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PREPARANDO A LOS NIÑOS
PARA REIRSE.


Las familias deberían enseñar a sus hijos a reírse, es una enseñanza que les ayudará a sobrellevar los contratiempos de la vida.

No soy una persona graciosa, pero mi película favorita es Aterriza como puedas (1980), lo que, en mi humilde opinión, me convierte en alguien con bastante sentido del humor. Creo que reírse de todo, incluso de uno mismo, es una costumbre que permite encajar mejor las vicisitudes de la vida, y hay varios artículos científicos que apoyan mi postura. Algunos concluyen que el sentido del humor ayuda a percibir de forma moderada los acontecimientos negativos de nuestra existencia, otros dicen que reduce la ansiedad y que es positivo para las personas mayores porque, entre otras cosas, mitiga la sensación de dolor. Son beneficios que cualquier padre desearía para sus hijos, y en esto tampoco soy una excepción. Pero, ¿cómo se fomenta el sentido del humor entre la progenie?

Sé por experiencia que el humor es algo innato. Mi hija de seis años, Olivia, aparece cada mañana en el salón con unas coletas absurdas —una encima de una oreja, la otra en la coronilla—, los calcetines por encima del pantalón del chándal y una mueca divertida que, inevitablemente, te hace reír. Hace unos días, mientras desayunábamos, va y suelta este chiste: "Juanito y su mamá van en un avión. Entonces Juanito se hace caca. Su mamá tira el pañal por la ventanilla y le cae a un señor en la cabeza". No es que la escatológica intervención siga los cánones del humor; no hay una sorpresa ni un desternillante juego de palabras, pero es una ocurrencia graciosa, sin duda cómica. Es el tipo de comentario que no esperaría de sus hermanas, que no son tan dadas a las bromas. Con ellas tengo un trabajo pendiente o, mejor dicho, una responsabilidad.

La educación del humor comienza en el minuto uno Si inculcar el sentido del humor a los hijos no es un capricho, tampoco puede decirse que sea algo que los padres tengamos siempre entre nuestras prioridades. Y deberíamos, según se desprende de la conversación con la psicóloga especializada en infancia Silvia Álava. "Cuando lo utilizamos estamos aprendiendo a poner el foco fuera de nosotros, lo vemos todo desde otra perspectiva y eso nos ayuda a relativizar las situaciones. Por eso hay que promoverlo en los niños", explica.

En eso, como en casi todo, los progenitores vamos a ser sus principales referentes. "Los niños nos copian, y, si somos unas personas tremendamente serias, que nunca hacemos una broma, que es raro que nos vean reír, es más difícil que desarrollen el sentido del humor". Y eso se cumple desde el minuto uno: el mimetismo empieza desde bebés, según concluyó un estudio publicado en 2015 en Journal of Experimental Child Psychology, en el que los científicos demostraron que, incluso a la temprana edad de seis meses, los niños se ríen de las mismas cosas que sus padres y madres.

Cultivar la habilidad de ver la vida con humor, especialmente entre los niños que no vienen graciosos de serie, contribuirá a que pierdan el sentido del ridículo que a veces atenaza a los pequeños cuando se enfrentan a determinadas situaciones. "A algunos les da vergüenza hacer un baile, por ejemplo, y debemos propiciar que eliminen ese sentimiento y hacerles ver que todos nos reímos para que se sientan cómodos. Que aprendan que es posible ver ese lado cómico", recomienda Álava.

Pero desarrollar este sentido en los pequeños requiere tener ciertos conocimientos. Por ejemplo, es fundamental que las bromas sean acordes a su edad. Entre otras cosas porque no comprenderán todas las gracias si no es así. "Por debajo de ocho años es difícil que entiendan la ironía", detalla la psicóloga, quien explica que "en niños más pequeños tenemos que recurrir a bromas más simples. De tres a seis años pasan por esa etapa en la que lo más gracioso es todo lo escatológico —el caca, culo, pedo, pis—. Es el momento en el que hay que enseñarles que socialmente no podemos estar diciendo eso, pero también hay que entender que evolutivamente hablando es normal a su edad". Según van creciendo, las muecas, las cosquillas, son prácticas que se pueden potenciar, añade Álava.

O nos reímos todos o no vale la broma También es crucial que nuestros hijos, sobre todo en estos tiempos de bullying, se den cuenta de que el sentido del humor no hace gracia cuando implica reírse de los demás. "Es bueno que aprendan a ver la vida desde otra perspectiva, desde un lado cómico, pero este enfoque tiene que servir para que nos riamos todos. No consideramos aceptable el sentido del humor cuando la persona a la que le estás gastando una broma no le ve la gracia, así que cuando trabajamos con niños hacemos hincapié en eso. Si todos nos reímos, estupendo; si la persona a la que va dirigida la broma no se ríe, entonces no vale", explica la psicóloga. O sea, que las bromas deben ser limpias, inofensivas, y eso es algo con lo que los padres deben tener cuidado si no quieren transmitir justo lo contrario de lo que deberían.

Por último, y por supuesto, esa potenciación del sentido del humor debe abarcar el reírse de uno mismo. "En la vida es bueno hacerlo, pero con cariño, con autocompasión. 'Metí la pata en esto, y no pasa nada, seguimos adelante'. Aprender a reírte de ti mismo y a quitarle hierro a las situaciones es muy buen predictor para estar más satisfechos y tener un alto bienestar emocional", concluye la psicóloga infantil. Irónicamente, al final este trabajo educativo no es cosa de risa.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/19/buenavida/1550587526_029383.html


CÓMO SER FELIZ DURANTE 100 DÍAS DE LA MANERA MÁS SIMPLE


El método de un experto en finanzas de Letonia se hizo viral y ahora ha inspirado un libro.
Los psicólogos le dan la razón

Hace unos días, en un momento de especial estrés —me estaban reclamando un artículo que no había empezado a escribir—, seguí el consejo: cogí un lápiz y empecé a mordisquearlo. Durante unos segundos me concentré en hincarle los dientes y en admirar las muescas que estos iban dejando en su superficie. La verdad es que la sensación de presión regresó en cuanto puse los ojos otra vez en la pantalla del ordenador, pero durante un breve lapso me sentí liberado; capaz de tomar las riendas, de hacer algo que quería hacer en vez de lo que otros querían que hiciera; encima, una travesura, lo contrario a la formalidad laboral que se me requería en ese momento. Sonreí de felicidad.

El consejo de morder un lápiz forma parte del centenar que propone el libro Sé feliz durante 100 días seguidos, de Dmitry Golubnichy (Cúpula, 2019). Se supone que, llevando a la práctica una de sus sugerencias cada jornada, se puede experimentar la felicidad durante más de tres meses. Sus propuestas apelan a eso que a veces se nos olvida y que consiste en valorar las cosas sencillas de la vida, el tipo de consejos que no cuesta nada tener en cuenta. Yo probé varios.

Una mañana, desesperado por no encontrar aparcamiento, puse en el coche una emisora de rock (¿qué tiene este género musical que hasta ayuda a estudiar?) y me desgañité entonando Heat of the Moment, de Asia. Al día siguiente, rebañé un cuenco de hummus con los dedos. En jornadas sucesivas, abracé a mi gata Kora (hasta que me bufó y salió por patas), invité a café a un compañero, paseé sin rumbo por un barrio que no conocía y ordené un cajón. Así de fácil.

Cien días felices, de fenómeno viral a libro de autoayuda "La mayoría de la gente no es consciente de lo que provoca que su corazón esté contento", escribe Golubnichy. "Sus días están llenos de rutina y de actividades esperadas", e interrumpir el previsible curso de los acontecimientos con estos pequeños gestos transgresores puede ser suficiente para aumentar la felicidad. Pero, ¿cómo es posible conseguir tanto con tan poco?

Volviendo al ejemplo de morder un lápiz, el autor aporta una explicación científica: "Apretar tus músculos faciales convertirá tu expresión en una especie de sonrisa, y una sonrisa —real o inducida— tiene la maravillosa habilidad de relajar tus respuestas químicas al estrés, que han sido relacionadas hasta con tener un cerebro más pequeño. Cuando las esquinas de tu boca se elevan, tu cuerpo libera la triada de la felicidad (las hormonas dopamina, endorfina y serotonina), que hace que el ritmo de tu corazón y la presión arterial desciendan".

Golubnichy no es psicólogo, es un nuevo gurú de la autoayuda. Nacido en Letonia, tiene formación financiera y, a principios de esta década, trabajaba en Suiza en el ámbito de la educación; según cuenta, le iba bien, pero sentía que le faltaba algo. En 2014, empezó a subir una foto diariamente a Instagram de alguna actividad que le llenaba, usando el hashtag #100HappyDays. La gente comenzó a imitarlo. Pasó a ser uno de esos retos virales, y ahora asegura que, hasta la fecha, 8 millones de personas han usado la etiqueta en todo el mundo. La vorágine dio lugar a una web, a una fundación, a una sucesión de charlas TEDx y al libro en cuestión.

Los psicólogos avalan su vía para encontrar la satisfacción personal a través de pequeños gestos rompedores. En 2012, un trío de investigadores de las universidades de Victoria y Loyola, en Nueva Zelanda y EE UU, respectivamente, pidieron a 101 personas que hicieran un registro de los "eventos agradables" que habían vivido cada jornada durante 30 días, que anotaran su intensidad y el impacto que había tenido en su estado de ánimo. Los tres psicólogos concluyeron que sus resultados «respaldan la hipótesis de que saborear los pequeños momentos constituye un importante mecanismo a través del cual la gente puede destilar felicidad».

Atención: puede que solo uno de esos detalles no nos reconforte, hay que insistir porque la clave está en encadenarlos, en hacer que salpiquen de forma constante nuestra vida. Así lo explica José Elías, director del gabinete de psicología que lleva su nombre, en Madrid, quien opina que cambiando la percepción que tenemos de nuestra propia existencia, esta dejará de ser gris y monótona para ser excitante e imprevisible. "Apreciar las cosas que tenemos a nuestro alrededor, además de hacernos más sensibles y receptivos, nos aporta una visión mejor, más alegre y feliz de nuestra vida", asegura. Y si eso no es suficiente, siempre puedes estudiarte las seis claves que el profesor de la Universidad de Harvard Tal Ben-Shahar propone para ser feliz. Matricularse en su asignatura vale la pena.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/08/buenavida/1549620367_735674.html